Sergio Fajardo Valderrama
La entrevista a Sergio Fajardo Valderrama que a continuación se publica fue realizada por el periodista y escritor Boris Muñoz. Fue originalmente publicada en la separata de la Revista Exxito “Los vientos que soplan”, bajo el patrocinio del Grupo de Empresas Econoinvest.
-Uno de los aspectos que llama la atención del trabajo desarrollado por la alcaldía de Medellín es que antes de abordar lo público se abocó a un intenso proceso de reordenamiento interno de la propia institución de modo que la gestión de la ciudad estuvo en cierta medida subordinada al funcionamiento interno de la alcaldía. Usted encabezó ese proceso, ¿por qué optaron por comenzar a ordenar la ciudad desde adentro hacia fuera?
-Vale la pena que primero explique cómo surgió nuestro movimiento político. Al finalizar el año 1999, conformamos un grupo de personas de diversos sectores reunía intelectuales, ONGs, académicos, asociaciones comunitarias y algunos empresarios de diversos campos nos reunimos y dijimos vamos a participar en la política, porque los políticos son quienes toman las decisiones más importantes de la ciudad.
Hasta ese momento éramos apolíticos, en el sentido de que teníamos una actividad fuera de la política, pero queríamos a la ciudad y la estudiábamos desde sectores y disciplinas muy diversas.
Decidimos buscar el poder para hacer lo que nosotros queríamos, porque aunque siempre tomábamos iniciativas nos quedábamos bloqueados cuando tropezábamos con algún político. Nuestro grupo se convirtió en un movimiento cívico independiente, un movimiento que tiene principios sólidos y coherentes y una propuesta de ciudad.
Ambas cosas las articulamos para desarrollar una gestión diferente a las realizadas por la política tradicional. Este rodeo es solo para ilustrar que lo que hemos venido haciendo durante cuatro años en la alcaldía pasa no solo por la voluntad de cambiar una situación, sino por la forma institucional que hemos querido darle a ese cambio. Esto comienza desde las campañas electorales, en las que se suelen vender intereses y comprometer buena parte de la gestión.
Nuestras campañas fueron totalmente distintas a lo que se había hecho hasta entonces. Como no teníamos estructura partidista fuimos directamente a las personas, una por una. Le gente nos veía como locos: “¿Qué les pasa a estos? No tienen un voto, no tienen un peso y encima dicen que tienen una propuesta para transformar la sociedad”. Llegar a la alcaldía sin haber comprometido ni un solo interés por los votos, nos dio la libertad para cambiar las cosas.
-¿Qué vino después?
-Decidimos que como los recursos públicos son sagrados teníamos que definir lo que para nosotros es la transparencia. Conformamos un equipo cuyos miembros no pertenecen a ningún grupo ni están atados a ningún interés. La transparencia es una forma permanente de rendir cuentas en lo público a través de un plan de desarrollo que ha sido el más discutido en el concejo de la ciudad. Esta actuación está basada en un principio fundamental para nosotros: coherencia. La coherencia se transforma en confianza, de modo que todos los actos y propuestas que hemos hecho públicos los hemos mantenido de manera coherente en el tiempo. Por eso hemos podido desarrollar un estilo distinto y trabajar con base en la meritocracia. Al llegar a la alcaldía por ejemplo no echamos a nadie a la calle. Si hablábamos de educación, pensábamos que todos los maestros son buenos por definición. No actuábamos bajo la impronta de hacer algo solo con el clan político o la cuadrilla de seguidores.
-En gran medida la libertad de acción que manifiestan se debe a que no tienen a un partido político con una clientela a cuestas. Ahora ustedes aspiran a repetir en la alcaldía, de modo que gran parte de esa novedad ya será historia.
-Si, pero lo importante de todo es mantener la coherencia con lo que hemos hecho. Podemos decir que trabajamos por la ciudad y en esa medida todo el que quiera hacer lo mismo será bienvenido, pues nosotros lo respetamos. Medellín tiene muchos problemas para estar dedicándose a las peleas políticas.
-Qué obstáculos encontraron ustedes en esa renovación, aparentemente tan completa y compleja, de la gestión urbana.
-El mayor obstáculo era ganar las elecciones. Todo pasa por el primer día: ¿cómo hacer política? No teníamos recursos económicos ni estructura clientelar, pero razonamos que había que ir donde estaba la gente, en los buses, en las casas, en el estadio, en los jardines, en la iglesia, en los parques, subiendo a los barrios, presentando nuestra propuesta. El discurso más corto que yo echaba era para los taxistas en los semáforos: “Mira -y le entregaba un panfleto- esta es nuestra propuesta. Échale una mirada y si te gusta apóyanos”. Los mirábamos a los ojos y de frente, teníamos esa franqueza y el apoyo de un discurso basado en el conocimiento profundo de la ciudad. Esa es la clave: mantener la relación con las personas y la coherencia entre el discurso y la acción. Así ganamos la confianza.
-Uno de los grandes predicamentos de la política latinoamericana es el abismo que hay entre la retórica de las intenciones y la honestidad de las prácticas. ¿Cómo garantizar que esa confianza esté respaldada en la transparencia?
-Nosotros siempre estamos bajo la lupa.
-¿Quién controla la lupa de la alcaldía?
-Yo, como administrador y garante de la coherencia de los principios. En esto participa mi formación como matemático. El campo de mi formación es la lógica y esa formación que está basada en axiomas matemáticos de alguna forma la traslado a mi forma de gestionar que está basada en entender los problemas y sus relaciones. Así como la lógica tiene unos principios que son como un andamiaje, para operar trabajamos sobre principios. Si, por ejemplo, decimos que los recursos públicos son sagrados es porque son sagrados. De modo que todos los principios del municipio de Medellín pueden ser consultados por cualquier ciudadano. Contrario a la corrupción, que se solapa en la oscuridad, nosotros vamos por la transparencia que equivale a ver, mirar, lo cual siempre es más difícil porque la gente puede plantear las preguntas que se le ocurran.
Una muestra es la forma cómo elegimos 100 nuevos fiscales de tránsito para la ciudad. Hicimos una convocatoria pública en la cual se inscribieron 1200 personas de las cuales se eligieron esas 100. Obviamente, yo pude haber buscado 100 simpatizantes nuestros, gente que sigue nuestro proyecto, pero no le dimos un puesto a nadie, sino que la búsqueda fue transparente. Hemos mantenido los principios y eso es parte de nuestro orgullo porque se expresa en la confianza que nos tiene la gente de Medellín.
¿Por qué? Porque la gente no es boba, siempre está observando y juzgando.
-De sus palabras se desprende fácilmente que la confianza es una piedra angular de la praxis política.
-Vengo del mundo académico y de los académicos siempre se sospecha de incapacidad para gestionar, porque se supone que hay una gran distancia entre la teoría y la acción. Lo que hemos demostrado es que se puede hacer una buena gestión basada en la capacidad de entender y explicarle a la gente las cosas.
Hablando a título personal, como siempre he sido profesor de matemáticas creo que es fundamental poderle explicar a una persona cualquier tema de su interés de la manera más clara y sencilla posible, porque ese es un punto fundamental del respeto. Si uno se toma el trabajo de explicarle a la persona más humilde un tema, identificar la esencia de las cosas y mostrarla, lo cual da a un maestro como yo un enorme gusto, se está conformando un poder. Explique, muestre, señale porque la gente va entendiendo. Ese es nuestro poder, un poder que se pone de manifiesto en realidades tangibles. Medellín es hoy la ciudad mejor administrada de Colombia y la que cuenta con el mejor manejo de recursos. Eso logramos en tres años y medio, sin robarnos ni un peso, poniendo la cara en todos los espacios y sometiendo cada cosa a discusión, aunque eso es muy exigente. Más fácil sería que hubiese alguien que dictara todo a voluntad y que todo el mundo la obedeciera.
-¿Cómo alcanzar un elemento tan deseado -la confianza- a partir de una historia trágica como la de Medellín, la ciudad más violenta de América Latina a lo largo de los años 80 y 90 del siglo pasado?
-Esa realidad tiene muchas etapas, hasta llegar a lo nuestro. Otra vez apelo a mi experiencia como matemático. A mi me gusta pensar que para resolver un problema primero hay que definirlo: ¿qué es lo que voy a resolver? Medellín es parte de una sociedad profundamente desigual. Esas desigualdades generan una buena dosis de injusticia lo que lleva a una gran deuda social acumulada.
Eso no tiene ningún misterio, eso es cierto, lo mismo en Medellín que en Caracas y el resto de América Latina, la región más desigual de la tierra. Eso hay que explicarlo de la manera más clara para que la gente entienda que se está trabajando para resolverlo. En Medellín hay otro problema que nos ha hecho dolorosamente únicos. Desde comienzos de los 80 tenemos una violencia que ha ido echando hondo sus raíces, mucho más de lo que nosotros quisiéramos. Este es un problema muy complejo, porque no es una violencia coyuntural. Así que tenemos dos problemas.
¿Cómo los resolvemos? Esta es la fórmula: hay que bajar la violencia. Pero todo lo que la violencia disminuya hay que convertirlo en un tipo de intervención social para que la disminución de la violencia debe ser sentida por la gente como un aumento de la riqueza en la calidad de vida de la ciudad. Esa es la fórmula y es muy importante expresarla y aplicarla, porque, en el pasado, todo lo que hemos sufrido por la violencia se ha traducido en una carencia mayor de oportunidades para los más humildes, porque la violencia lo que hace es destruir oportunidades de los que no tienen voz. Por eso, nosotros decimos que nuestra fórmula va del miedo a la esperanza. El miedo es la violencia y la esperanza son las oportunidades. Disminuir la violencia a medida que se hacen intervenciones sociales tiene el efecto de un círculo virtuoso: la violencia sigue bajando si a cambio de lo ganado se invierte socialmente. El modo contrario no funciona. Se pueden hacer grandes obras sociales, pero sin un programa de conversión de la violencia en otra forma de socialización, ésta no disminuirá.
-¿Qué intervenciones concretas han tenido mejores resultados la creación de ciudadanía y el desarrollo humano, que es uno de los horizontes de su gestión?
-Lo que mejor funciona es una mezcla de factores. En Medellín, 20% de la educación es privada y atiende a los estratos más altos de la sociedad, mientras el 80% de la educación pública atiende a los estratos más bajos. En términos generales, la calidad de la educación privada es más alta que la pública. Si nosotros no intervenimos ese problema las desigualdades se seguirán ampliando y si el problema de las desigualdades era uno de los que íbamos a resolver más vale que nos miremos en el asunto educativo, porque en el siglo XXI la mayor brecha diferencial es la del conocimiento.
¿Qué hacemos? La calidad de la educación es un proyecto de transformación social y, para mí, es el proyecto más profundo, pues atañe a toda la sociedad. ¿Cómo llevarlo a esa escala entonces? Hay que tener una calidad educativa más alta para toda la ciudad. Todo el mundo debe estar involucrado en la sociedad de la información porque vivimos en un mundo global y, aunque uno quisiera que el mundo fuera de otra manera, ese es otro problema, pero este es el mundo en que estamos y donde nos vamos a morir. La respuesta es garantizar una alta calidad de educación para todos. Así vamos contra las sociedades desigualdades. Sociedad que no pase por ese proceso estará profundizando las desigualdades, porque el cierre de las brechas sociales comienza por el conocimiento.
De ahí pasamos a un segundo punto: construir ciudadanía. En Medellín, como en Caracas, encontramos el fenómeno de la ubicuidad de las rejas. El más humilde, lo mismo que el más poderoso, tiene una reja en su casa y cada quien vive en un pedacito de la ciudad relacionándose solo con quien más se le parece. Cuando sucede por mucho tiempo la relación entre las personas es dominada por el miedo y la desconfianza. Para resolver ese problema nos tenemos que encontrar, nos tenemos que ver y derribar las murallas y de apertura de guetos.
-En todo lo que usted explica hay una notoria coherencia, pero, además, también se percibe un afán de lograr resultados más allá de las agendas ideológicas. No es necesario ideologizarse para producir un cambio.
-Cierto.
-En Venezuela, todo ese discurso estaría revestido por un barniz de socialismo.
-Eso es un problema de ustedes, como venezolanos. Nosotros somos un movimiento cívico independiente con una propuesta de transformación de la sociedad: encontrarnos para construir juntos. Nosotros no estamos contra ningún este o aquel grupo de la sociedad y eso hace la diferencia. Porque en Medellín después de lo que hemos vivido nos tenemos que encontrar para construir, entonces nuestra relación con los demás ha sido invitarlos a construir juntos. No nos podemos a señalar de enemigo a alguien de izquierda o derecha, sin haberle explicado que la calidad de la educación es importante.
Creo que esa forma inclusiva de trabajar es una política del siglo XXI. Hay que hacer las transformaciones sociales buscando los terrenos comunes. Lo que hemos logrado es que la ciudad entera diga esto es de todos nosotros, esto va en beneficio de toda la colectividad, pero si ir en guerra con uno o con otro. Nuestro fin es resolver los problemas y esa es una ideología del siglo XXI.
-Dado que las ciudades son dramas colectivos, un drama que la violencia destruye convirtiéndolo en tragedia, ¿qué hacer para que la gente se sienta vinculada otra vez a la ciudad como hecho colectivo y, por tanto, participe?
-De acuerdo, ese es el reto de la profunda transformación urbana que estamos efectuando. Estamos cambiándole la piel a la ciudad, construyendo nuevos espacios para crear nuevos tipos de encuentro. Eso es muy lindo, porque eso nos pone a trabajar sobre un mapa en el que se identifican de manera precisa donde están las necesidades de la ciudad. Como alcalde he estado en todas esas partes, porque nosotros hacemos la política caminando, estableciendo una relación con el territorio.
En los espacios donde hubo mayor destrucción, estamos construyendo los espacios más bellos del mundo, parques-bibliotecas. Decidimos que fueran parques-bibliotecas y no, por ejemplo, canchas de fútbol, porque a un parque pueden ir hombres y mujeres de cualquier edad. En las bibliotecas no solo están los libros sino también la Internet que es gratis para todo el mundo, está el salón del barrio, la sala de conferencia, el jardín de infancia para niños menores de seis y el centro de desarrollo empresarial zonal que es una red de microcréditos desde el nivel más básico.
¿Por qué hicimos eso? Porque sabemos que la reducción de las desigualdades, además de pasar por la reconstrucción del espacio público y la ciudadanía, está atravesada por el conocimiento. Un espacio para la convivencia asociado con el conocimiento. Y esa es una pauta de nuestra gestión, la solución a esos dos problemas va siempre asociada. Siempre me pongo muy feliz al hablar de esto.
En nuestra ciudad la mayoría de los niños apenas entraba en contacto con la educación a los 6 años, pero mi hijo estaba en recibiendo educación desde el año y medio. Obviamente eso genera una brecha: mi hijo le lleva cuatro años y medio de educación a un niño de un sector con menos recursos, años que son irrecuperables y eso es una injusticia. Pero la injusticia no es que mi hijo reciba educación desde temprano, sino que haya niños que no la reciban. Ahí marcamos una clara diferencia entre derecho y privilegio. La educación no debe ser un privilegio, sino que es un derecho. Eso no lo discute nadie hoy en Medellín. Para dejar eso claro ganamos las elecciones, para eso usamos el poder que nos confirieron.
-Lo que usted cuenta da la idea de que, dentro de todo, Medellín es una ciudad con cierta autonomía de la administración central y que no depende de ésta para planificar y administrar sus recursos.
-Esa es una observación muy válida. En nuestra estructura administrativa, los alcaldes tienen mucho poder, aunque desde luego hay relación con el gobierno central. Tenemos diferencias y puntos comunes con el gobierno de Bogotá, pero nuestra posición es de trabajar juntos en los problemas que así lo ameriten.
-La seguridad es uno de los aspectos fundamentales dentro de la calidad de vida de una ciudad, ¿qué tipo de iniciativas han tomado para mejorar los índices de inseguridad en Medellín?
-Lo primero es ocupar todos los espacios de la ciudad con las autoridades legítimas. No puede ser que haya un barrio donde manden los delincuentes y que sean ellos quien tienen el poder de las armas, el poder de la destrucción y que sean referentes para niños y niñas. Cuando un niño o una niña ve que en la esquina hay un señor con armas y poder, quien ha cometido fechorías, y que, de paso, es el que tiene más plata en el sector, eso es fatal para la ciudad, porque un delincuente no tiene que ser referencia para los más jóvenes, ni para la sociedad.
La policía tiene que garantizar que eso no suceda. Barcelona, que tiene la misma cantidad de habitantes que Medellín, cuenta con el doble de policías. La seguridad es un derecho básico de las personas. Usted puede irse a trabajar con la garantía de que a su hijo no se lo van a malograr. Eso es un derecho básico y no tiene nada especial, ni es de derecha o de izquierda. La seguridad es necesaria, aunque la vida de una sociedad no tiene que girar paranoicamente en torno a este tema. Lo que está claro es que la policía tiene que jugar un papel.
-¿Es la policía de Medellín autónoma?
-No la policía es nacional. Pero trabajamos muy estrechamente porque es crucial que la alcaldía y la policía estén sintonizadas. La policía debe entender que sobre todo debe respetar los derechos de las personas, porque los derechos humanos son una garantía mínima en cualquier sociedad. Los derechos humanos son una garantía mínima que debemos manejar. En ese sentido estamos recuperando terreno, hemos ganado seriedad, compromiso, seriedad y responsabilidad. Por otra parte, la gente debe entender que la policía no es un enemigo público y la alcaldía debe trabajar por ese entendimiento. El otro día celebramos un partido importante de fútbol el domingo del día del padre. Le dimos un agradecimiento público a la policía porque la policía fue parte del desarrollo pacífico del evento. Ella es parte de la caída en el índice de homicidios y hay que reconocerlo.
-También tienen el controversial proceso de desincorporación de los paramilitares que ha levantado mucho revuelo.
-Si, es una decisión del gobierno nacional. Uno de los lugares donde mejor ha funcionado es Medellín. Trabajamos con 4000 personas de la cuales el 10% sabemos que hace trampa, pero con 3600 va funcionando bastante bien. Lo importante es disminuir la violencia, lo que venimos logrando. Hemos tenido un proceso de negociación bastante efectivo con las bandas criminales armadas.
-¿Qué es para usted una ciudad hoy?
-Es un universo acotado en lo físico donde convivimos personas de la manera más compleja posible, lo que plantea el reto fundamental de crear un espacio urbano donde todos como personas nos podamos desarrollar y que ese desarrollo tenga una condición muy especial: que logremos ser ciudadanos y ciudadanas. El individuo se preocupa sobre todo por sus intereses, cosa que es perfectamente legítima, pero el ciudadano es consciente que la ciudadanía depende de la relación con los demás, es decir que tiene intereses comunes con los otros. Eso es.
-La solidaridad es un aspecto central de la ciudadanía.
-Por supuesto; mi realización pasa por la realización de los demás y por la forma de compartir juntos parte de los proyectos de vida.
-Caracas es una ciudad compuesta por cinco municipios y una alcaldía metropolitana. Cada municipio tiene una identidad política particular que afecta la gestión y convierte a la ciudad en un puzzle. ¿Cómo gobernar una urbe con estas características?
-Es un verdadero lío. En Medellín tenemos 10 municipios, pero hay un muy poderoso que es Medellín, del que soy alcalde. Suceden cosas en otros municipios que me mortifican pero sobre las cuales nada puedo hacer. La autoridad metropolitana tiene, por otro lado, la posibilidad de detectar fenómenos de escala metropolitana, por ejemplo el medio ambiente. Pero si a mi me dijeran que van a dividir a Medellín en seis municipios con distintas visiones políticas, yo exclamaría: ¡problemas! Puede haber descentralización, pero tiene que haber una cabeza políticamente responsable por la ciudad.
-Nueva York tiene cinco condados y un solo alcalde.
-Yo creo en eso, con la posibilidad de que existan alcaldías menores para los asuntos locales y parroquiales, pero sin duda tiene que haber una cabeza rectora, porque la ciudad es una sola.
-Como veterano alcalde, que quizá tenga aspiraciones presidenciales, cuál sería la lista básica de lo que un alcalde debe hacer y no hacer.
-Lo primero que un alcalde debe hacer es estudiar bien la ciudad para conocerla. Estudiar es muy importante. Hay una tendencia dentro del mundo político a intentar ganar a toda costa para luego resolver problemas sobre los que no se sabe casi nada. Debe ser a la inversa: para resolver los problemas hay que primero conocerlos. Esto significa, conocer la ciudad.
Segundo punto, la honestidad. La honestidad debe convertirse en transparencia y ese debe ser el primer capital político de un alcalde. Los políticos se han robado, de manera más torpe o más inteligente, gran cantidad de dinero en recursos públicos que son sagrados, porque cada centavo robado de esos recursos significa menos dinero para el desarrollo de oportunidades.
En tercer lugar, un alcalde debe tener una pasión muy grande, creer en lo que está haciendo y querer a la ciudad con el alma, para ser capaz de escuchar todas las voces: desde la más humilde hasta la más poderosa. Nosotros como autoridades tenemos mucho poder, pero escuchar esas voces es lo que le permite a un rodearse de la gente más competente.
Por último, debe mantenerse en contacto permanente con las personas. Todos los problemas, desde el hueco en la calle hasta el alumbrado, pasan por el alcalde y lo que uno haga o deje de hacer se siente. Lo que no debe hacer es todo lo contrario.
-¿Cuál es su ideal de lo urbano?
-Es una combinación del espacio construido para que las personas se puedan encontrar para ser libres y dignas.
-¿Qué papel juega la política en todo esto?
-Sin la política, todo lo demás es paja, pues la política es un medio para lograrlo. Pero todo político debe entender que el fin no justifica los medios. La forma de la política determina el tipo de sociedad que se construye.