lunes, 8 de junio de 2009

Lo rico de ser rico


Carolina Jaimes Branger

Hace un mes lo comentó Nelson Bocaranda en sus Runrunes. Hace una semana, Miro Popic volvió sobre el tema en Tal Cual: una muy revolucionaria cena en París, reportada por la revista La Revue du Vin de France. De verdad que entre cielo y tierra no hay nada oculto.

"Señor Presidente: Aún recuerdo una alocución suya donde llamaba a todo el mundo a apretarse el cinturón y a prescindir de los gastos innecesarios, los viáticos, viajes, etc., especialmente entre los funcionarios de la administración pública. Me parece correcto que así sea y ojalá se cumpla, pero parece que no todos sus colaboradores escucharon esas palabras. Yo sé que usted lee a Teodoro y espero que haya llegado también hasta esta página 23 de los viernes. Le tengo un chisme que no lo es tanto, sino que está corroborado por la prensa francesa... (Miro Popic, Tal Cual, 19 de mayo de 2009".

La cena fue revolucionaria porque los asistentes eran compatriotas, de esos que por estos lares se dicen "socialistas". Revolucionaria porque el restaurant La Tour d¥Argent -obligado lugar de encuentro de nuevos ricos- se revolucionó con la orden de los comensales de terminar la cena con un vino Petrus, cosecha 1982, que costó 17.000 euros la botella. Así como lo lee, amigo lector: die-ci-sie-te mil euros una botella, que en los muy difíciles de conseguir euros cadivianos, equivale a unos 57.800 bolívares fuertes. Unos 136.000 maravedíes, para no hablar de los paralelos que enloquecen al gobierno, que en bolívares de los viejos son 136 millones, nada más y nada menos. Ojalá, como dijo Miro, lo hayan pagado ellos (con sus muy revolucionarios sueldos, añado yo).

La pregunta que se cae de madura es qué piensan -o qué sienten- esos revolucionarios cuando su máximo líder se desgañita profiriendo insultos a la burguesía, cuando dice que "ser rico es malo" o cuando usa los peores calificativos en contra de los "capitalistas", cuando "capital" es lo que se necesita para pagar una botella de Petrus de 17 mil euros y salir del restaurante tan campantes.

El hecho que subyace en esta historia es que, contrario a lo que dice el presidente, ser rico no es nada malo y a todos los seres humanos nos causa placer darnos gustos. Malo es ser rico robando a la nación, haciendo negocios turbios o cobrando peajes, comisiones y matracas. Malo también es hacerse los locos ante las denuncias de estos actos.

El papagayo se les enredó a los muy socialistas jerarcas de la Unión Soviética cuando las empresas que entregaron en propiedad social a los obreros comenzaron a producir ganancias que debían, socialísticamente, entregar al Estado... y se negaron a hacerlo. No pudieron desenredarlo cuando, fieles a los preceptos de Marx de que el valor depende únicamente del trabajo, todos debían ganar lo mismo, desde un neurocirujano hasta un peón. Y se les anudó irremediablemente cuando descubrieron los placeres capitalistas, el mundo detrás de la Cortina de Hierro.

En fin, que es muy humano que a alguien que le gusten los carros prefiera manejar un Audi que una chatarra; que a quien le guste la ropa si la ponen a escoger entre una franelita chimba y una blusa de Carolina Herrera opte por esta última, que es más rico ir de tiendas en Bal Harbour que en un mercado libre, o que quien disfrute de las bebidas espirituosas prefiera un Petrus a un aguardiente de mala muerte.

Venezuela fue un país de infinitas posibilidades para quienes trabajaron duro. En los años 70 y a pesar de las erráticas políticas económicas que tuvimos, nuestra clase media creció para convertirse en la mayor de América Latina. Y podríamos volver a tenerla si en vez de seguir con la mentalidad de la ruta de la empanada y el jugo de caña nos sinceramos y aceptamos que es mucho más agradable un Petrus en La Tour d´Argent. Los revolucionarios nos enseñaron una lección: no hay socialismo que resista un Petrus.

No hay comentarios: